Eternauta de River y Boca: el homenaje a Labruna y la verdadera simpatía futbolera del autor
Aunque Oesterheld, el guionista de la historieta convertida en serie, tenía una tibia afinidad por Boca, El Eternauta visita el Monumental para rendirle tributo al ídolo de River. Ese partido, el primer homenaje a un futbolista en Argentina, no fue ficción sino real, en 1957 ante Peñarol.

La primera temporada de la serie El Eternauta termina con una imagen aérea del Monumental, un adelanto de la batalla contra los invasores alienígenas que se desatará en el estadio de River, de acuerdo al guion de la historieta creada por Héctor Oesterheld a fines de la década del 50. Aunque tenía una simpatía tenue con Boca, el autor creó al protagonista, Juan Salvo, como un aficionado al fútbol que, en medio de la resistencia, recuerda que poco tiempo atrás había estado en las tribunas de River para el homenaje a Ángel Labruna, el primer partido en tributo a un jugador en Argentina.
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En su versión original –habrá que ver en la serie, al tratarse de una adaptación al presente-, El Eternatua dice: “Por fuerza me encontré pensando en el pasado. ¿Cuánto tiempo hacía? Cuando yo subía aquellas gradas buscando un buen lugar… Fue cuando el homenaje a Labruna. Era un jueves y el estadio estaba lleno a pesar del día hábil. Volvió a jugar la famosa delantera de Pedernera, Moreno y otros”.
Según cuenta Fernanda Nicoloni, coautora junto a Alicia Beltrami de “Los Oesterheld”, una magnífica biografía del autor de El Eternauta, Héctor Oesterheld no tenía una afición concreta al fútbol aunque en alguna entrevista afirmó ser de Boca. El mítico guionista fue secuestrado en 1977 durante el terrorismo de Estado y se cree que asesinado en 1978. También sus cuatro hijas, dos de ellas estando embarazadas, y dos de sus yernos están desaparecidos. Abuelas de Plaza de Mayo mantienen la búsqueda de dos nietos que podrían haber nacido en cautiverio.
Aunque se trata de una historieta de ficción, aquel homenaje a Labruna fue real: se trató de un amistoso que River le ganó 1 a 0 a Peñarol y que efectivamente se jugó un jueves, el 19 de septiembre de 1957, en horario laborable, por la tarde. El Monumental había estrenado su iluminación en los años 40 pero se usaba muy pocas veces: casi todos los partidos eran vespertinos. En tiempos en que el torneo se jugaba los domingos –y no existían las competiciones de Conmebol-, el tributo al ídolo fue una reunión por fuera del calendario: River venía de ganarle a 2 a 1 a Racing cuatro días atrás –el domingo 15- y perdería 4 a 1 con Argentinos 72 horas después, el domingo 22.

Las ilustraciones de Francisco Solano López, eso sí, tienen una licencia artística: desde la calle y desde las alturas, en la historieta original –y en el sexto capítulo de la primera temporada de la serie- se ve a un Monumental con cuatro tribunas de un tamaño similar, uniformes. El Eternauta fue publicado en fascículos entre 1957 y 1959, justo cuando el estadio de River era remodelado: en 1958 se inauguraron las cabeceras bajas y medias de la actual Sívori en reemplazo de la “Herradura” original –entre 1938 y 1958 no había tribunas detrás de uno de los arcos, aunque recién en 1978 se terminaría de “cerrar” el estadio con la construcción de la cabecera alta-.
Aquel partido citado por Oesterheld fue disruptivo, el primer homenaje a un futbolista. No se trató de una despedida porque Labruna, a sus 38 años y a nueve días de cumplir 39, todavía estaba en actividad. Sin embargo, en cierta forma se anticipó a los tributos que décadas después repetirían River y otros clubes para sus ídolos: el Beto Alonso en 1987, Enzo scoli, Ariel Ortega en 2013 y Fernando Cavenaghi en 2017 también en el Monumental; Independiente con Ricardo Bochini en 1991 y Gabriel Milito en 2013; Boca con Diego Maradona en 2001, Martín Palermo en 2012 y Juan Román Riquelme en 2023; San Lorenzo con el Beto Acosta en 2003 y Leandro Romagnoli en 2018; y Racing con Diego Milito en 2016.
El reconocimiento a Labruna se inspiró en sus bodas de plata en River, 25 años consecutivos en el club. El Feo había llegado en 1932, con edad de Sexta División, cuando no existía el Monumental sino el estadio de Recoleta, enfrente de donde hoy queda el edificio de la TV Pública. Debutó en Primera en 1939 y casi dos décadas después seguía en vigencia: durante aquel 1957 jugaría 29 de los 30 partidos de la campaña que llevaría a River a ganar el primer tricampeonato de su historia, 1955-1956 y 1957.

La fiesta en tributo a Labruna fue como si se reencontraran Los Beatles o Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota luego de sus separaciones como grupos. Tal como dice El Eternauta, aquel partido provocó el reencuentro de los integrantes de La Máquina, acaso la delantera más famosa del fútbol argentino. A Juan Carlos Muñoz, José Manuel “Charro” Moreno, Adolfo “Maestro” Pedernera, el propio Labruna y Félix “Chaplin” Loustau apenas les habían bastado 18 partidos oficiales entre 1942 y 1946 pero entrar en la historia.
Ya en septiembre de 1957, además de Labruna (38 años, casi 39), también Loustau (34) seguía en actividad como jugador de River, aunque ya suplente de Roberto “Mono” Zárate. Moreno, a su vez, con 41 años jugaba en Colombia, en Independiente Medellín. Muñoz (38) se había retirado en 1953 y Pedernera (también 38) se había despedido en 1954. Según cuenta el periodista Diego Borinsky en su excelente biografía de Labruna, el Feo y el Maestro estaban distanciados: las fotos del quinteto de aquel día los muestran con un compañero en el medio para no abrazarse.
Aquel día atajó unos pocos minutos Carlos Isola, entonces de 60 años, mítico arquero de los años fundacionales de River, entre 1913 y 1920. Además, Leopoldo Bard, el primer presidente del club, le dio una plaqueta a Labruna, que también se quedó con la recaudación como compensación por el dinero que dejó de ganar tras negarse sucesivamente a diversas transferencias a clubes europeos.

Con un árbitro argentino y otro uruguayo en cada tiempo, Peñarol -que ya había inaugurado el Monumental en 1938- jugó como la situación festiva lo ameritaba, prestándose al homenaje. River ganó 1-0 con gol de Miguel Ángel Rodríguez, pero lo importante fue Labruna. “El calendario no lo marcaba, pero qué fiesta. Los camiones en función de colectivos, los automóviles encima de las veredas que desde las 4 de la tarde no dejaron llegar a los asistentes. Llegaron hinchas y periodistas de Chile y Uruguay”, publicó la revista El Gráfico en una emocionada crónica.
Pocas semanas después, el ídolo ganaría el 16º y último título de su carrera como futbolista, el de 1957. El Feo dejaría River en 1959, cuando ya habían comenzado los malditos 18 años sin títulos, una racha finalizada en 1975 gracias al mismo Labruna, pero ya como técnico y camino a ser estatua a las puertas del Monumental, como Marcelo Gallardo. Labruna fue tan grande que hasta El Eternauta, aunque su creador haya sido de Boca, acudió a su homenaje.
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