Luis Enrique, la estrella de un PSG sin estrellas
Con el entrenador español como brazo ejecutor, el conjunto francés se sumió en un profundo cambio de paradigma y levantó su primera Champions League.

"¿Creo que lo voy a mejorar (el funcionamiento del PSG sin Kylian Mbappé)?, sin ninguna duda" . La salida de la estrella sa a mediados del año pasado fue el último eslabón de un plan quinquenal propuesto por el presidente Nasser Al-Khelaifi para el Paris Saint-Germain cuando el fondo soberano qatarí adquirió el club en 2011. Aquel programa constaba de tres fases: control local, proyección global y dominio internacional. La primera se cumplió con creces, ya que son el equipo más ganador del país con 13 Ligue 1. La segunda, también: la contratación de grandes estrellas sirvió para que la 'marca PSG' fuese una de las más reputadas a nivel global. La tercera...
La tercera no se consumó. Estuvieron a las puertas en 2020, pero aquel gol de Kingsley Coman les negó la posibilidad de levantar su primera Champions League en plena pandemia. A veces por mala suerte, a veces por remontadas insólitas -Barcelona 2017 o Real Madrid 2022-; otras veces por incongruencias, desconexiones, desinterés o el adjetivo que usted prefiera utilizar para explicar por qué no funcionaban como equipo. Porque claro, todo lo positivo que te puede dar una aglomeración de estrellas con una pelota en sus pies, generalmente es proporcional a lo negativo que te pueden brindar cuando no la tienen, ya sea dentro del propio partido, en el vestuario o con un micrófono frente a sus bocas.
La contratación de Luis Campos como director deportivo y la posterior llegada de Luis Enrique al banco de suplentes fueron síntoma de un cambio de paradigma promovido por la dirigencia del conjunto parisino. Con su carácter particular, sus métodos innovadores y un carisma que lo hace único, el entrenador español dejó atrás aquellos días en los que los técnicos del PSG cedían sumisamente su autoridad ante las pretensiones de las figuras que dirigían. Hoy la estrella es Luis Enrique y, como en un sistema solar, todo gira alrededor suyo.
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Potenciar al equipo para potenciar las individualidades, ese fue el lema del cambio cultural propulsado por el entrenador español. Dejó atrás aquellos caprichos por ser la tapa de los portales, por tener el contrato más alto o por gozar de mayores privilegios y los cambió por ambición, disciplina y sacrificio. "Uno de los mensajes que nosotros tratamos de inculcar es 'no son especiales'. Y si te han hecho sentir especial te están engañando, porque vas a dejar de ser especial el día que te retires", comentó en un documental grabado en 2024, cuando todavía quedaban esquirlas de aquel equipo del pasado.
Pero este cambio de mentalidad va mucho más allá de lo táctico y estratégico. Con el DT como brazo ejecutor, la directiva instauró una estricta pero funcional ética de trabajo, se preocupó por que sus futbolistas aprendieran francés y por recuperar el vínculo entre los jugadores y la hinchada.
Y vaya si hizo historia. En la final ante el Inter su equipo demostró un hambre voraz y cuajó actuación insoslayable en un partido de tamañas características. El 5 a 0 en la final y el posterior festejo con el entrenador volando por los aires fue un fiel reflejo de los enormes resultados que trajo esta modificación cultural.
Pero Roma, o en este caso París, no se construyó en un día y como todo proyecto pretensioso tuvo sus cimbronazos. El 22 de enero se estaban quedando afuera de la Champions en la fase de liga ante el Manchester City. Recordemos: a partir de esta temporada la UEFA implementó un nuevo sistema de clasificación que, con la excusa del "desinterés de las nuevas generaciones por el fútbol" o "brindarle al espectador partidos de mayor nivel" y todas esas frases trilladas que ocultan el objetivo real que es ganar más y más dinero, lo único que hizo fue agregar partidos a un calendario cada vez más ajetreado. Fuera cual fuera el formato, para el PSG era inisible quedar eliminado en una instancia donde clasificaban ¡24 equipos!
Cuatro goles en 38 minutos sirvieron para remontar ese 0-2 que los tenía con la soga al cuello y le dieron una alegría a las casi 50 mil almas que hicieron que el Parc des Princes fuera una caldera pese al frío y a la incesante lluvia que acechaba la capital sa en aquella noche invernal. Luego despejaron las dudas con una contundente goleada por 4 a 1 ante el Stuttgart en Alemania y sellaron su clasificación a los playoffs.
Aquellos dos triunfos en una semana erigieron al conjunto parisino como un serio contendiente a quedarse con el trofeo. No sólo porque demostró carácter en un momento donde lo necesitaba, algo de lo que careció en temporadas anteriores, sino también porque en la liga local venía mostrando un nivel arrollador y rasgos de equipo muy interesantes.
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El 10-0 global ante el Stade Brest rompió varios récords en la historia del club en competencias internacionales y se situó como la segunda mayor victoria en una serie de Champions por detrás del 12-1 del Bayern Múnich al Sporting de Lisboa en 2009. Pero los detractores del equipo de Luis Enrique todavía lo tomaban con pinzas; al fin y al cabo había vencido a un equipo francés, de esos que está acostumbrado a golear fin de semana tras fin de semana.
Sin embargo, una de esas hermosas casualidades que brindan los sorteos determinó que en su camino hacia la final el Paris Saint-Germain se enfrentase a tres equipos de la Premier League. Una buena vara, ¿no?
El primero en su camino fue el Liverpool, que algunos meses después se consagraría campeón del certamen inglés. En ese entonces venía con un andar arrollador de la mano de Arne Slot. Una actuación de anotología de Alisson y un injusto tanto sobre el final de Harvey Elliott explicaron la derrota por la mínima en la ida, mientras que un gol tempranero de Ousmane Dembélé en Inglaterra llevó el partido a los penales en la vuelta, instancia donde el PSG se impuso gracias a un enorme Gianluigi Donnaruma. "Hemos mostrado el tipo de equipo que somos. Un equipo con mucha personalidad, mucho carácter, que sale a jugar su fútbol en el estadio que sea", valoró Luis Enrique tras dar el golpe sobre la mesa en Anfield.
Semanas más tarde se cruzaron con el Aston Villa. Más allá de que comenzaron perdiendo, el 3 a 1 obtenido en la ida le dio cierta tranquilidad al conjunto de Luis Enrique de cara a la vuelta en Villa Park, un recinto verdaderamente complicado para cualquier visitante. Y vaya si lo fue. Comenzaron 2 a 0 arriba, pero a base de empuje los locales remontaron y quedaron a tiro de forzar el alargue.Luego del tercer gol el PSG sufrió quizás el mayor momento de zozobra en esta Champions y su entrenador así lo sintió: "No recuerdo muchos momentos en mi carrera en los que hayamos estado tan superados, pero son momentos en los que tienes que saber jugar y te sirven para crecer".
En semifinales les tocó el Arsenal, que venía dulce luego de eliminar al Real Madrid con un global de 5 a 1. Fue una serie muy sobria del equipo francés en la que se notó esa evolución a la que se refirió el DT en la serie anterior. Se impusieron 1 a 0 en Londres, sufrieron durante el primer cuarto de hora del encuentro de vuelta, pero lograron acomodarse con el correr de los minutos y terminaron ganando 2 a 1 sin mayores complicaciones. "Estamos en disposición de hacer historia y ese es el objetivo que tenemos", simple, conciso e ilusionante.

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Sería ingenuo pensar que este Paris Saint-Germain "sin estrellas" no cuenta con grandes futbolistas. No posee jugadores que marcan una época: los Messi, Neymar, Mbappé que supo tener hace pocos años atrás, pero sí conviven en el vestuario jugadores cuyo nivel los sitúa entre los mejores del mundo en su posición.
Luis Enrique logró revitalizar las carreras de algunos de sus dirigidos. El caso más emblemático es el de Ousmane Dembélé, que a sus 28 años está cursando su temporada más prolífica con 33 tantos y 14 asistencias en todas las competiciones. Jugando como falso nueve, aquel extremo díscolo parece haber quedado atrás para darle lugar a un futbolista mucho más sabio, que corrigió su gran déficit: la toma de decisiones. Otro caso similar es el de Donnarumma, cuyo juego de pies sigue siendo su asterisco, pero bajo los tres palos es una garantía. Y ni hablemos de Nuno Mendes, el eslabón más flojo de aquel PSG de las estrellas que hoy se erige como uno de los mejores laterales izquierdos del planeta.
Marquinhos, con la cinta de capitán en su brazo izquierdo, es la voz de la experiencia, el único que sobrevivió a todos los sacudones del pasado y el encargado de marcarle el camino a los más jóvenes. Hakimi, Fabián Ruiz y Vitinha, otros que vivieron la época anterior, parecen estar mucho más cómodos sin aquellas figuras que acaparaban los flashes.
La política de contrataciones también cambió. No en cuanto a la inversión, el PSG continúa gastando a raudales: invirtió 225 millones de euros esta temporada, pero hoy ponen el ojo en otro lado. João Neves, Willian Pacho, Khvicha Kvaratskhelia y Desiré Doué -todos fundamentales en la final- son cuatro futbolistas que no venden tickets por su mera presencia en el campo, como podía ocurrir anteriormente. Salvo el georgiano, que arribó desde el Napoli con la desafiante tarea de no ser un one season wonder, todos llegaron para ser segunda guitarra y sus excelentes rendimientos individuales los transformaron en piezas claves para el esquema del técnico español.

Y los resultados amparan esta modificación cultural. No sólo en el ámbito futbolístico, al fin y al cabo desde que arribó el gobierno qatarí con sus millones controló la liga local y fue protagonista internacionalmente salvo contadas excepciones; lo peculiar es que se modificó la visión que se tiene sobre el equipo. Sus hinchas por primera vez en muchos años se sienten verdaderamente representados por lo que muestran los jugadores dentro y fuera de la cancha. También les planteó una dicotomía a aquellos espectadores reticentes del fútbol moderno, aquellos amantes de lo tradicional que siempre miraron de reojo al PSG por su dominio impulsado por los petrodólares, hoy disfrutan al verlo jugar.
La imagen de Luis Enrique volando por los aires tras el 5 a 0 ante Inter y la obtención de la tan ansiada Champions League fue el broche de oro para un Paris Saint-Germain que, con en español como capitán del barco, decidió dejar de recurrir a lo celestial y se adentró en un plano más terrenal que le trajo sus frutos.
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