El Inter de Inzaghi, la mezcla perfecta entre lo clásico y lo moderno
Con muchos aspectos vanguardistas, pero repitiendo patrones del pasado que lo llevaron al éxito, el conjunto italiano buscará su cuarta Champions League.

El fútbol, como actor preponderante del mundo en el que vivimos, no está exento de los parámetros por los que se rige la sociedad. En una actualidad donde los procesos y la búsqueda de un sentido parecen haber quedado obsoletos en pos de los resultados inmediatos, los clubes están sumidos en ese dinamismo frenético que muchas veces es desconcertante. Mantener la identidad en los tiempos que corren requiere de valentía y de asumir ciertos riesgos que no muchos están dispuestos a correr.
En este sentido, el Inter de Simone Inzaghi es un equipo que ha sabido adaptarse a la modernidad sin perder el romanticismo. Un gigante con idiosincrasia, con memoria institucional y respeto a las tradiciones que repite patrones que le dieron éxito en el pasado para tener éxito en el presente.
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Que sco Acerbi, a sus 37 años, convierta el gol que forzó el alargue ante el Barcelona y se saque la camiseta exhibiendo sus tatuajes, símbolos de su pasado como alcohólico y como expaciente de cáncer; que Davide Frattesi, autor del tanto que selló la clasificación a la final, trepe las rejas de la puerta amarilla de la Curva Norte de San Siro y celebre con los fanáticos eufóricos, habla de cierta conexión de los futbolistas del con el espíritu del deporte, con ese fuego sagrado que parece estar apagándose lentamente.
Ojo, esto no quiere decir que el Inter modelo 2025 carezca de aspectos vanguardistas. Transiciones a alta velocidad, capacidad para explotar los espacios, presiones coordinadas, persecuciones individuales, rotación de posiciones en el mediocampo, laterales-volantes físicamente bestiales, todas características típicas del fútbol actual.
Pero es esa mezcla con los aspectos tradicionales del Calcio como la solidez defensiva, la fortaleza en el juego aéreo, la lucha, la efectividad; es esa combinación entre lo actual y lo clásico, entre lo que sirvió antes y lo que sirve ahora, lo que hace especial a este Neroazzurro.
El frenético partido de vuelta ante el conjunto Culé fue un claro ejemplo: el primer gol llegó gracias a una excelente presión alta de Federico Dimarco, que detectó que Dani Olmo estaba en una situación incómoda y le arrebató la pelota; visualizó el espacio y jugó rápido para Denzel Dumfries que fue generoso y se la cedió a Lautaro Martínez, quien la empujó a la red. Fútbol moderno en su máxima expresión. El tercer tanto, obra del espíritu de lucha del fútbol italiano: el lateral neerlandés peleó una pelota que parecía perdida por el costado derecho, tiró un buscapié y encontró a Acerbi, a ese que generalmente juega de último hombre, dentro del área para definir como un centrodelantero cuando el partido agonizaba.
Un armenio, un turco y un italiano entran a una cancha de fútbol. No, no es un chiste chabacano, es lo que sucede en el Inter todos los fines de semana. Es que Nicolò Barella es testigo directo de la convivencia en el mediocampo de Hakan Çalhanoğlu y Henrikh Mkhitaryán. Uno, ingenuo, pensaría que esa relación nunca se podría llevar a cabo: el genocidio contra el pueblo armenio, base fundante de Turquía, que se cobró la vida millones de personas a manos del Imperio otomano entre 1915 y 1923, es la razón de una de las enemistades políticas más importantes de la humanidad. Sin embargo, dentro de la cancha hablan el mismo idioma. Se buscan el uno al otro, intercambian posiciones, atraen rivales, colaboran entre sí a la hora de marcar. Fluyen.
Recuerda al equipo de José Mourinho en 2010, el último italiano en ganar la Champions League, que, al igual que este de Inzaghi, su plantel era un rico crisol cultural. Aunque sin historiales trágicos como el actual, Julio César, Javier Zanetti, Maicon, Lúcio, Walter Samuel, Esteban Cambiasso y Diego Milito aportaban la cuota sudamericana y compartían cancha con futbolistas como Dejan Stanković o Goran Pandev, nacidos y criados en la ex-Yugoslavia, que a su vez acompañaban a Samuel Eto'o, camerunés. Es que el fútbol, al fin y al cabo, son relaciones y cuando estas prosperan sin importar los orígenes, los resultados se obtienen.
Más allá de que la globalización provocó esta exótica convivencia cultural en los grandes clubes de Europa, el Inter fue uno de los pioneros en este aspecto y el actual plantel recupera esa particularidad de aquel que levantó la Orejona ante el Bayern Múnich hace 15 años. En este caso con más europeos que sudamericanos, pero con el mismo sentido de pertenencia que aquellos, conviven 14 nacionalidades dentro del vestuario.

Y si de repetir patrones del pasado hablamos, no podemos dejar de lado al argentino que porta la cinta de capitán, a quien este sábado, si el Inter se impone, será el encargado de levantar el trofeo. Desde la partida del croata Mario Brozovic al Al-Nassr de Arabia Saudita, Lautaro Martínez se erigió como el gran líder del vestuario. Por su experiencia -está en el club desde el 2018- y porque, exceptuando su primera temporada, anotó más de 20 goles en cada campaña.
En aquel equipo del 2010 el capitán era Javier Zanetti, ícono de la institución, mientras que su goleador era Diego Milito, otro emblema. Hoy, en este plantel, el futbolista surgido de las inferiores de Racing aglomera ambos aspectos. Por supuesto que en una institución que respeta tanto su idiosincrasia, el Pupi iba a tener un rol preponderante una vez colgase los botines. Once años después de haber anunciado su retiro ocupa el cargo de vicepresidente y su influencia ha sido un faro para un Lautaro al que se lo nota cada vez más maduro.
La lesión sufrida en el encuentro de ida de las semifinales ante Barcelona ameritaba al menos 15 días de recuperación; sin embargo, fueron sólo seis. Por supuesto que no llegó óptimo a la vuelta y que sufrió muchísimo aquella noche, pero como líder no podía fallar. Y, pese a que "el dolor era insoportable", no falló: se despachó con un gol y fabricó un penal en los 71 minutos que jugó. Exactamente eso es lo que buscan los fanáticos del Inter en sus referentes. Encima, el bahiense lo combina con una técnica y una capacidad goleadora que lo sitúa entre los mejores del mundo en su posición, por más de que los flashes lo dejen de lado y quieran apuntar a los Haaland, los Kane y los Lewandowski.
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El Inter encontró en Simone Inzaghi una figura ideal para llevar a cabo su proyecto deportivo. Una persona que durante su carrera como futbolista vivió a la sombra de su hermano Filippo, pero que como entrenador está eclipsando a aquel insaciable goleador del Milan y la selección italiana. Tras un gran trabajo en la Lazio, donde levantó tres títulos, desembarcó en el Neroazzurro a mediados del 2021 y ya alzó seis trofeos.
Es un entrenador de los modernos, que le pone mucho énfasis a la táctica y se nota que sus equipos tienen su impronta, pero también cree en el valor agregado que le puede aportar lo clásico, aquellos aspectos relacionados con la entrega y la valentía que históricamente se relacionaron con el fútbol italiano. Además aboga por el respeto por la vasta historia del club y tiene interés por repetir determinados patrones del pasado que trajeron éxito.
Esta conjunción de factores llevó al Inter a su segunda final de Champions en tres años. El traspié sufrido ante el Manchester City en 2023 le sirvió de aprendizaje a un plantel que es prácticamente el mismo que el de aquella final en Estambul. Con la experiencia adquirida y con la historia a cuestas, el Inter se plantará en el Allianz Arena de Múnich en busca de su cuarta Orejona.
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